En un país donde los
jueces se creen Dios pero comenten tremendos errores humanos; donde la izquierda roba y se hunde, pero en cambio
la derecha, si roba, soborna, engaña, compra y vende, es perdonada y premiada con réditos electorales y archivos de causas judiciales; donde no dimiten los políticos; donde los
ERE's están a la orden del día y
la tasa de paro bate el récord de Europa; donde la clase empresarial insiste en que el
despido libre es la panacea a todos los problemas a pesar de que ellos jamás han pensado en recortarse el sueldo o sus beneficios; donde unos
locos asesinan personas en nombre de un abstracto concepto de patria y los
hipócritas matan culturas y lenguas en nombre de otro
concepto llamado España; donde la palabra "
libertad" ha perdido su sentido origin
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al; donde la
catalanofobia se ha convertido en una xenofobia sutil y amplimente aceptada; donde el
toro se ha transformado en una estúpida seña de orgullo nacional mientras que se le sigue torturando en las plazas; donde la
Monarquía se considera un adelanto y la
República un atraso; donde los
nuevos dioses cobran cantidades vegonzosas y vergonzantes de dinero cuando los ficha un nuevo equipo de fútbol; donde
la Iglesia Católica, supuestamente al lado de los niños, echa la vista gorda ante los abusos de sus curas; donde esta misma Iglesia
ataca a las mujeres por luchar por sus derechos y a las
familias, a las que dice defender, si éstas se atreven a sacar los pies del tiesto heterosexual, tradicional y
Ppero (*); donde las víctimas son de primera, de segunda, de tercera o de cuarta
categoría dependiendo de si han muerto en un atentado de determinado grupo terrorista, de otros grupos terrositas, de accidentes de avión o de acidentes en la carretera; donde lo único importante es el
pan y circo; donde los noticieros de la televisión viven de
sucesos y
fútbol; donde la
mentira es el pan nuestro de cada día; donde los
grupos de neonazis se pasean tan campantes por las calles sin apenas represalias policiales; donde unos son
santos y otros son
demonios; donde no existe el mismo rasero; donde siempre la pagan
los más pobres y débiles mientras que
los ricos se salen con la suya; donde se explota a los
becarios aunque estén licenciados y ya tengan "los cojones negros"; donde la i
nvestigación científica se valora poco y la
cultura todavía menos; donde no importa
saber escribir bien o el interés por los libros; donde se critica el
cine propio no por lo que es, sino por lo que no es; donde sus habitantes hablan fatal otros
idiomas extranjeros y, a veces, hasta alardean de ello; donde
las políticas sociales están a la cola de Europa; donde los
jóvenes no se pueden independizar hasta los treinta y pico y reproducirse hasta los treintaitantos; donde la
especulación se ha comido las costas sin piedad y los responsables no han sido castigados y donde dicha especulación
calcina hectáreas y hectáreas de naturaleza cada año; donde
el precio de los pisos, aunque baje, nunca será proporcional a los ingresos de las personas que los pagan y donde dichos ingresos nunca van a subir lo suficiente para compensarlo. Un país en el cual, en definitiva, apesta vivir si no fuera por algunos de los pocos placeres que a veces nos provoca y que hacen que cuando estás lejos, eches de menos el suelo de esta tierra llamada España: Se trata del
jamón.
Sí señores, el jamón serrano -junto con el aceite de oliva- es el producto nacional por antonomasia y una de las pocas cosas en la que coincidimos la mayoría de la población española (y quien dice española, dice también vasca, gallega y catalana). Porque por alguna extraña razón, cuando viene alguien de fuera y osa a cuestionar las exquisiteces de este manjar, sacamos las garras, saltamos como fieras y tras devorarnos al guiri de turno, nos rasgamos las vestiduras.
Hasta hace unos pocos días servidora no había caído en este pequeño detalle, pero el viernes pasado una amiga escocesa le hizo ver la luz:
- ¿A tí te gusta... el jamón? -Preguntó en un susurro casi inaudible.
- ¿A mí?, ¿por qué no me iba a gustar?, claro que me gusta.
- Pero... ¿y qué opinas de que a alguien no le guste? -Dijo dubitativa.
- ¿Ein?
- Sí, ¿te molesta?
- ¿Por qué me iba a molestar?
- Ah, ¿no te molesta?
- No.
- ¡Pues entonces eres una persona con la mente muy abierta!
Que decir que a mí esto me dejó más que desconcertada. ¿Con la mente muy abierta?, ¿por qué?, ¿qué hay de malo en que a alguien no le guste el jamón?, pregunté. Y fue entonces cuando lo entendí:
- Es que a los españoles, si se os dice que a uno no le gusta el jamón, os ponéis como fieras.
Cierto. Y cuando me explicó las razones de por qué había extranjeros a los que no les gustaba o, al menos, no les apasionaba el jamón, yo casi me la como. Porque sí señores,
el jamón es una cuestión sagrada, un símbolo patriótico mucho más fuerte y más arraigado que el idioma, la bandera, el toro de Osborne o las fronteras.
El jamón y el aceite de oliva, claro.
(*) Ppero = Palabra con connotaciones negativas que es utilizada por la izquierda española y los nacionalismos catalán, vasco y gallego para designar a los votantes del Partido Popular (PP).