domingo, 31 de agosto de 2008

Una de Citas...



"Los liberales le tienen miedo a la libertad y los intelectuales no vacilan en mancillar la inteligencia".

(George Orwell, La Libertad de Prensa, [1945])

jueves, 21 de agosto de 2008

"Edimburgo es una fiesta", decían...

Coger a tiempo el autobús de la línea 35 de los Lothian Buses de Edimburgo es siempre muy complicado, pero en agosto es aún peor. No puedes quedar con la gente en el centro de la ciudad, especialmente en el casco antiguo, a no ser que desees morir arrollado por la multitud... y no es mi caso. Tampoco puedes aspirar a que el Pizza Hut conserve el buffet libre del mediodía o que aquel restaurante tan bueno en el que estuviste celebrando algo hace dos meses siga costando lo mismo. Muchos bares incluso han incrementado el precio de las bebidas y todo está lleno de gente por todas partes a excepción, lógicamente, de los barrios residenciales.  Encima llueve casi siempre y absolutamente cada día está nublado, aunque a veces sale un rayo de sol.

No obstante, por estas fechas Edimburgo está hasta arriba de turistas sedientos de cultura, pues, por razones obvias, no vienen buscando precisamente "sol y playa", para eso ya está España. Vienen buscando lo que les ofrece el famoso Festival Internacional (si queréis leer más cosas que he escrito sobre él, pinchad aquí).

La verdad es que la idea de convertir Edimburgo en la capital de los espectáculos y la cultura cada verano no es mala, pero, sinceramente, creo que se les está yendo de las manos.

Pero primero pongámos un poco en situación:

El Festival Internacional de Edimburgo de teatro, danza, música y demás artes escénicas surgió en los años 40, en plena posguerra mundial -y consecuente depresión-, para alegrarle un poco la vida a la gente; sin embargo pronto empezaron a crecerle los enanos. El mismo año de su inauguración surgió el "Fringe" ("Fleco") como consecuencia de la rabieta de unos cuantos creadores y artistas que no habían sido aceptados en el primer festival. A partir de ahí esto ha sido un no parar y desde que comenzó el nuevo siglo practicamente se ha ido creando un festival por año. Pero sería muy presuntuoso llamarlos a todos ellos festivales, pues la mayor parte se trata más bien de una serie de ferias, salones o congresos y demás eventos similares que simplemente llevan delante el nombre de "festival de".

Pero, en mi opinión, el principal problema que existe en todo esto no es ni la creciente proliferación de "festivales" ni que la ciudad se convierta en inhabitable para los que viven en ella. Más bien diría que se encuentra en el exceso de oferta: existe una cantidad tan amplia y variada de representaciones, actuaciones, nombres, monologuistas, países etc., etc. que uno se acaba perdiendo en medio de tanta locura y tanta entropía cultural. Y no creo que la ciudad dé para tanto. Además, muchas veces los títulos de las representaciones no te dicen nada y algunas comedias y funciones populares son de un carácter muy local, pues se hacen bromas sobre asuntos exclusivamente británicos o escoceses. No estoy diciendo que sea excesivamente caro o que esté mal organizado (de hecho he descubierto que, muy al contrario, la organización es casi perfecta). Mi queja no viene por ahí. Me refiero a que está tan concentrado que es imposible encontrar cosas realmente atractivas, al menos para el común de los mortales... o al menos para mí, que no tengo aspiraciones intelectuales tan elevadas.

De todas formas, aconsejo a los que tengan verdadero interés por acudir algún día que, en primer lugar, se empiecen a informar meses antes de lo qué ofrece Edimburgo en verano y en qué consiste el famoso festival. Es bueno saber con qué te vas a encontrar. Y, en segundo lugar, que compren las entradas con muuuuucha antelación, pues es muy frustrante intentar conseguir algo unas semanas antes y que esté todo cubierto hasta finales de agosto. Lo digo por experiencia. Otra solución sería ser un periodista especializado en cultura y que te envíen a curbrir el festival de Edimburgo pero, no nos engañemos, las posibilidades son mínimas.

Por cierto, desde poco antes de que llegara el verano, y especialmente ahora que estamos en medio de todo el lío, me he acordado mucho de un titular que leí hace exactamente un año en algún periódico o revista española: "Edimburgo es una fiesta" rezaba, y qué razón tenía. Pero una fiesta que le queda grande.

viernes, 8 de agosto de 2008

Premenstrual

Hace unos pocos días tuve una revelación: descubrí a mi nuevo héroe catódico (en este caso heroína) en la BBC3.

Se llama "Premenstrual Girl" y es un personaje de una humorista del norte de Inglaterra (además esta gente tiene un acento muy divertido) que se llama Karen Taylor. El programa se llama "Touch me, I'm Karen Taylor" y, según parece, el vídeo lo ha colgado en YouTube la propia BBC.

La introducción al sketch dice así:

"Ésta es Penelope Chambers. De 9 a 5 es solo una joven normal y feliz, pero tiene un secreto: Cuando el peligro acecha, Penelope puede manipular su reloj biológico para convertirse en... ¡¡¡la Chica Premenstrual!!! [Premenstrual Girl]"

En resto del vídeo no dicen nada en particular, salvo que ella se queja de que está muy gorda, es todo una mierda, etc., etc. Lo típico de cuando te va a venir la regla, vaya. Y al final le pide a los de la tienda una revista, chocolate e ibuprofeno. Y añade: "quédate el cambio".

Buenísimo. Espero que lo apreciéis, sobre todo las féminas:

lunes, 4 de agosto de 2008

Guarrerías deliciosas para beber

Recuerdo que cuando era pequeña había una bebida que me entusiasmaba, la Cherry Coke. Este refresco era la típica Coca-Cola de siempre pero con un toque a cereza que le daba un sabor entre ácido y dulzón, ciertamente bastante adictivo para mi paladar de 8 o 9 años (no me acuerdo muy bien de la edad que tenía, lo siento). Al igual que pasó con aquel helado de Frigo, el Tubi-Tabi, que estaba lleno de colorantes y venía en una especie de tubo de pasta de dientes gordinflón; yo debía ser la única persona en España que consumía Cherry Coke, así que al poco tiempo la retiraron del mercado. Y el Tubi Tabi también.

Éstas son dos de mis frustraciones infantiles. Recuerdo haber experimentado un sentimiento de injusticia terrible, porque si yo compraba estos productos, el resto de la gente tenía que hacerlo también. Era imposible que se resistieran a tal manjar de dioses y, si lo hacían, es que no eran personas normales. Seguro.

Sin embargo, al llegar al Reino Unido me he reencontrado con mi pasado, con mis sueños de infancia, y he podido volver a probar la Cherry Coke y ser feliz de nuevo (no sé si algún día el destino querrá que me tope de nuevo con el Tubi-Tabi). Y es que, aquí en UK, no solo consumen variantes raras de Coca-Cola y Fanta ,con y sin cafeína y azúcar, sino que también beben cosas como Dr. Pepper (un refresco muy popular americano parecido a la Coca-Cola pero más dulce), dandelion & burdock soda (refresco de diente de león y arctium), ginger beer (refresco de jengibre), root beer (un refresco hecho a base de raíz, también americano, que sabe a Oraldine y cicatriza las heridas de la boca), cream soda (refresco de crema) y así mil variantes más. Por no hablar de todas las combinaciones posibles entre todo tipo de frutas del bosque. O entre jengibre y limón o frutas del bosque. Es un no parar.

No obstante, de todas ellas mis favoritas son dos: Orangina y Irn Bru. La primera es un invento francés y se consume en casi toda Europa (aparte del país galo, en Alemania, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Reino Unido, por lo menos); consiste en un refresco de sabor naranja, bastante intenso por cierto, que lleva incluídos trocitos de pulpa. Le da mil vueltas a la Fanta y creo, sinceramente, que a pesar de lo reacios y carcas que somos los españoles a probar sabores nuevos, tendría bastante éxito en nuestro país si se importase. Además, como he dicho, es made in Europe.
Por otra parte está el Irn Bru: no es ninguna exageración decir que es la segunda bebida nacional de Escocia, detrás del whisky, y la primera en consumo popular. De hecho, en ese sentido, ha estado siempre por encima tanto de la Coca-Cola como de la Pepsi y es casi tan antiguo o más que la primera. Sus peculiaridades básicamente son tres: por un lado lleva cafeína y azúcar; y por otro, su caracterísitico color anaranjado se debe a que el tercer elemento imprescindible en su composición es el hierro... por eso lo de "Irn" del nombre ("iron" = "hierro"). Además, por lo visto, es ideal para las resacas, y de resacas los escoceses saben mucho.

En fin, que no sé qué voy a hacer cuando vuelva a España, vaya al supermercado y me dé cuenta de la pobreza de los estantes de refrescos. Desde luego voy a echar mucho de menos la Orangina y el Irn Bru y, por supuesto, la Cherry Coke. Pero bueno, al menos sé que un nuevo mundo de verduras, frutas, pescados, legumbres y demás comida sadulable (¡y embutidos!) se abrirá ante mí a precios "razonables". La verdad es que pasar del mundo lipoglucénico británico al paraíso mediterráneo tampoco está nada mal.

Ay, qué rico estaba el Tubi-Tabi...