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Recuerdo que cuando era pequeña había una bebida que me entusiasmaba, la
Cherry Coke. Este refresco era la típica
Coca-Cola de siempre pero con un toque a cereza que le daba un sabor entre ácido y dulzón, ciertamente bastante adictivo para mi paladar de 8 o 9 años (no me acuerdo muy bien de la edad que tenía, lo siento). Al igual que pasó con aquel helado de
Frigo, el
Tubi-Tabi, que estaba lleno de colorantes y venía en una especie de tubo de pasta de dientes gordinflón; yo debía ser la única persona en España que consumía
Cherry Coke, así que al poco tiempo la retiraron del mercado. Y el
Tubi Tabi también.
Éstas son dos de mis frustraciones infantiles. Recuerdo haber experimentado un sentimiento de injusticia terrible, porque
si yo compraba estos productos, el
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resto de la gente
tenía que hacerlo también. Era imposible que se resistieran a tal manjar de dioses y, si lo hacían, es que no eran personas normales. Seguro.
Sin embargo, al llegar al Reino Unido me he reencontrado con mi pasado, con mi
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s sueños de infancia, y he podido volver a probar la
Cherry Coke y ser feliz de nuevo (no sé si algún día el destino querrá que me tope de nuevo con el
Tubi-Tabi). Y es que, aquí en
UK, no solo consumen variantes raras de Coca-Cola y
Fanta ,con y sin cafeína y azúcar, sino que también beben cosas como
Dr. Pepper (un refresco muy popular americano parecido a la
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Coca-Cola pero más dulce),
dandelion & burdock soda (refresco de diente de león y arctium),
ginger beer (refresco de jengibre),
root beer (un refresco hecho a base de raíz, también americano, que sabe a
Oraldine y cicatriza las heridas de la boca),
cream soda (refresco de crema) y así mil variantes más. Por no hablar de todas las combinaciones posibles entre todo tipo de frutas del bosque. O entre jengibre y limón o frutas del bosque. Es un no parar.
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No obstante, de todas ellas mis favoritas son dos:
Orangina y
Irn Bru. La primera es un invento francés y se consume en casi toda Europa (aparte del país galo, en Alemania, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Reino Unido, por lo menos); consiste en un refresco de sabor naranja, bastante intenso por cierto, que lleva incluídos trocitos de pulpa. Le da mil vueltas a la
Fanta y creo, sinceramente, que a pesar de lo reacios y carcas que somos los españoles a probar sabores nuevos, tendría bastante éxito en nuestro país si se importase. Además, como he dicho, es
made in Europe.
Por otra parte está el
Irn Bru: no es ninguna exageración decir que es la segunda bebida
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nacional de Escocia, detrás del whisky, y la primera en consumo popular. De hecho, en ese sentido, ha estado siempre por encima tanto de la Coca-Cola como de la Pepsi y es casi tan antiguo o más que la primera. Sus peculiaridades básicamente son tres: por un lado lleva cafeína y azúcar; y por otro, su caracterísitico color anaranjado se debe a que el tercer elemento imprescindible en su composición es el hierro... por eso lo de "Irn" del nombre ("iron" = "hierro"). Además, por lo visto, es ideal para las resacas, y de resacas los escoceses saben mucho.
En fin, que no sé qué voy a hacer cuando vuelva a España, vaya al supermercado y me dé cuenta de la pobreza de los estantes de refrescos. Desde luego voy a echar mucho de menos la
Orangina y el
Irn Bru y, por supuesto, la
Cherry Coke. Pero bueno, al menos sé que un nuevo mundo de verduras, frutas, pescados, legumbres y demás comida sadulable (¡y embutidos!) se abrirá ante mí a precios "razonables". La verdad es que pasar del mundo
lipoglucénico británico al paraíso mediterráneo tampoco está nada mal.
Ay, qué rico estaba el Tubi-Tabi...