Passeig de Gràcia, Barcelona, Cataluña, España. 11:00 de la mañana del viernes: Un grupo de trabajadores de una conocida ONG se dejan las energías en la calle intentando conseguir personas dispuestas a colaborar para ayudar niños del Tercer Mundo mediante el apadrinamiento: -"Te sale a 0,60€ al día." -afirman; pero a la gente no le interesa. Algunos viandantes, muy pocos, se paran a escuchar la perorata, pero la mayoría pasa de largo. En general, las disculpas de los que frenan se pueden dividir en dos categorías: "ahora no puedo permitírmelo" o "estoy en paro" (los que no se paran, si responden, es para decir "no" o "no tengo tiempo"). En consecuencia, los de la ONG, además de contestar que solo cuesta sesenta céntimos al día, añaden: "¿Cuánto te gastas en tabaco?, ¿y en cerveza?, ¿no crees que si te quitases un poco de los vicios, te llegaría para apadrinar un niño?".
Mal vamos si hay que comenzar con chantajes morales para conseguir unas gotas de solidaridad.
No muy lejos de allí, bien visible en el paisaje urbano aunque, paradójicamente, oculta a todas las miradas de los transeúntes, se encuentra una vagabunda. Cubierta de ropajes viejos, suciedad y hedor, esta representante de la miseria más miserable del mísero Primero Mundo se acerca y les dice: "Como me gustaría poder ayudaros, pero duermo aquí en la calle, entre cartones, y no tengo nada con que ayudar".
Los chicos se miran estupefactos y antes de que consigan abrir la boca, la mendigo, tendiéndoles un periódico que lleva en la mano, añade: "tomad este periódico para que lo puedan usar esos niños. Es lo único que puedo daros".