Las lenguas son parte de nuestra cultura, de nuestro patrimonio, y qué pena cada vez que se desata la polémica al esgrimirse éstas como bandera de opiniones políticas... como arma arrojadiza. Lo que más me molesta de este tipo de asuntos es que siempre se intente medir la "necesidad" de una lengua basándose solamente en el número de hablantes que ésta posee.
En primer lugar que la (mal llamada) importancia de un idioma -o si se quiere, su relevancia a nivel internacional- no se debe exclusivamente a la cantidad de gente que lo tiene como lengua materna. Sino que también existen otras cuestiones a tener en cuenta como, por ejemplo, el legado escrito que dicho idioma nos ha dejado, o lo que es lo mismo, la literatura. O también la importancia intelectual del mismo, su uso práctico en el día a día, el número de personas que lo tienen como segundo idioma o la extensión, y no sólo la cantidad, de las personas que lo hablan. Los parámetros son múltiples. Si solamente atendiéramos a cuestiones cuantitativas, el italiano, p.ej., que en mi opinión es una lengua bellísima, no debería ser estudiado ni en la sexta pate de las academias y escuelas de Europa. El italiano como lengua materna, señores, "sólo" consta de 65 millones de hablantes (según datos de la Wikipedia italiana); sin embargo, dicho número se incrementa bastante si se tiene en cuenta la cantidad de gente que la utiliza como lengua de cultura; pues el italiano ha legado a la Humanidad grandes escritores como Petrarca, Dante, Bocaccio, Pirandello, etc.; artistas como Miguel Ángel, Rafael, Leonardo o Caravaggio; intelectuales como Umberto Eco y suma y sigue (Italia también nos ha traído a Berlusconi, para nuestra desgracia, pero eso es otra cuestión).
En primer lugar que la (mal llamada) importancia de un idioma -o si se quiere, su relevancia a nivel internacional- no se debe exclusivamente a la cantidad de gente que lo tiene como lengua materna. Sino que también existen otras cuestiones a tener en cuenta como, por ejemplo, el legado escrito que dicho idioma nos ha dejado, o lo que es lo mismo, la literatura. O también la importancia intelectual del mismo, su uso práctico en el día a día, el número de personas que lo tienen como segundo idioma o la extensión, y no sólo la cantidad, de las personas que lo hablan. Los parámetros son múltiples. Si solamente atendiéramos a cuestiones cuantitativas, el italiano, p.ej., que en mi opinión es una lengua bellísima, no debería ser estudiado ni en la sexta pate de las academias y escuelas de Europa. El italiano como lengua materna, señores, "sólo" consta de 65 millones de hablantes (según datos de la Wikipedia italiana); sin embargo, dicho número se incrementa bastante si se tiene en cuenta la cantidad de gente que la utiliza como lengua de cultura; pues el italiano ha legado a la Humanidad grandes escritores como Petrarca, Dante, Bocaccio, Pirandello, etc.; artistas como Miguel Ángel, Rafael, Leonardo o Caravaggio; intelectuales como Umberto Eco y suma y sigue (Italia también nos ha traído a Berlusconi, para nuestra desgracia, pero eso es otra cuestión).
Siguiendo al pie de la letra estos mismos criterios que he mencionado antes, tampoco el holandés, el sueco, el finés, las lenguas gaélicas, el serbocroata, el latín o el griego, por poner un ejemplo, tendrían ninguna utilidad. Tan sólo deberíamos molestarnos en aprender inglés, o a lo sumo, inglés, mandarín, español, francés, alemán, ruso y árabe porque... ¿para qué más? Por esa regla de tres tampoco sería necesario ofrecer servicios a los hablantes de dichas lenguas en sus respectivos idiomas minoritarios porque ellos ya saben otros más útiles. Por ejemplo, todos los flamencos saben inglés, los andorranos son perfectamente capaces de expresarse tanto en francés como en castellano, la mayor parte de la población de los países eslavos entiende y escribe el ruso y cualquier escocés de cualquier isla remota de las Highlands es perfectamente competente en inglés. Lo mismo pasa con los nativos de retrorromance, los noruegos, los gallegos, los catalanohablantes, los vascos o los corsos. Y en Sudamérica, el español lo entiende todo o casi todo el mundo independientemente de si su lengua de origen es el quechua, el aimara, el mapuche, el guaraní o lo que sea (¡hasta los brasileños lo entienden más o menos!).
No señores. Esa no es una manera correcta de pensar. O, como mucho, diremos que no es realmente tolerante y respetuosa. Negarle al hablante de un idioma los servicios en su lengua materna porque puede entender, escribir y expresarse en otra es negarle su propia igualdad y el derecho a hacer uso de lo que es suyo para expresarse. De lo que, al fin y al cabo, la cultura y la historia de la sociedad en la que ha nacido y vive le han legado.
Todo lo demás son cuestiones políticas.
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