viernes, 12 de septiembre de 2008

Hijas de Eva, Hijas de Lilith

Al contrario de lo que dice el mito, primero fuimos "evas" pero ahora somos "liliths". Pasamos de pertenecer a Adán, como su costilla, a renacer del barro. Cuando Lilith y Adán se peleaban era porque ella no quería yacer debajo de él. Adán exigía la sumisión pero ella le replicaba: "somos iguales, pues hemos sido creados de la misma tierra". No se escuchaban. Un buen día Lilith se cansó de oír las sandeces de Adán y pronunció el nombre de Dios en alto, lo que la hizo desaparecer. Le dio puerta, tal y como luego haría la Nora de Ibsen, y se fue a vivir al Mar Rojo. Increíble pero cierto, Dios se equivocó cuando creó a Lilith.

(¿Pero se puede equivocar un dios?)


Eva nunca hubiera hecho eso. Eva, que era "hembra" porque venía del "hombre", seguía las órdenes de Adán en todo momento, excepto cuando su perversa curiosidad femenina le hizo caer en las tretas de la serpiente. Su osadía, además, hizo pecar al hombre... inocente él.
Entonces Eva tuvo que pasarse el resto de sus días avergonzándose de su cuerpo, pariendo con dolor y sirviendo a su marido, que tras llegar a casa agotado por haberse intentado ganar el pan con el sudor de su frente, debía descansar.
A veces Eva se enojaba, se ofuscaba, no entendía por qué debía ser ése su destino. Pero cuando Eva se rebelaba se convertía en Pandora, destapando la caja de los vientos que solo le traía desgracias al hombre. Qué mala era Pandora. Y cuando no podía recurrir a ese viejo truco, se transformaba en una súcubo para chuparle la esencia de la vida al varón. Y es que hasta aquí puede llegar la maldad de la mujer.
Pero al final Adán siempre conseguía controlar la situación y seguir adelante.

Y es que Eva no era Lilith.


Antes de ser creada Eva, en un intento de desesperación, Adán le pidió a Dios que Lilith volviera, porque Lilith no podía estar en otra parte, Lilith debía estar en casa; así que Dios mandó llamar a tres ángeles para que fueran a buscarla. Si Lilith accedía a regresar, Dios, en su inmensa misericordia, no la castigaría.
Pero la retorcida Lilith no quería negociar. Estaba muy cómoda, la muy arpía, copulando con el Diablo, de quien parió numerosos vástagos. No obstante, los ángeles le advirtieron de que, en caso de negarse, Dios la condenaría a ver morir a cien de sus hijos cada día, pues mano dura era lo que le hacía falta. Pero Lilith no cedió y se convirtió en una amenaza para todos los bebés menores de ocho días sin circuncidar. Lilith pasó a ser entonces la versión femenina del demonio.

Sin embargo, Adán, que no es tonto, con el paso del tiempo aprendió a controlar a Lilith y, de este modo, sus hijos comenzaron a colocar amuletos en los cuellos de los niños para evitar verlos perecer bajo la ira de ella. Tenían que ahogar la venganza de Lilith.

Ni tampoco dejaron que Lilith se acercara a Eva.

Pero un buen día todo cambió. Debió ser que -quizás por casualidad, quizás no-, Lilith encontró la forma de introducirse en Eva y ésta empezó a despertarse.

Desde entonces ya no somos hijas de Eva, sino de Lilith.

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