miércoles, 11 de junio de 2008

¡Qué trabajen ellos!

“¡Qué inventen ellos!” es una frase tristemente conocida en el imaginario español, pues refleja perfectamente el tópico de que los españoles prefieren dejar que sean otros los que hagan los cosas y ellos vivir de las rentas. Sin embargo, esta misma frase, aunque cambiando el verbo y obviamente con otro sentido, se le podría aplicar a nuestros estimados políticos y, en concreto, a los ministros de trabajo de la Unión Europea, que debe ser que como últimamente se aburren mucho y no tienen nada mejor que hacer, han decidido poner sobre la mesa la cuestión de una posible ampliación del horario laboral máximo a 60 horas semanales (65 en el caso de las guardias médicas).

Enlazo la noticia de los siguientes periódicos:

El País
La Vanguardia
El Mundo (incluye vídeo)
Cindo Días (donde, sobre todo, se habla de la postura del Gobierno Español)
The Times

Bien, bravo. A esto se le llama progreso. La verdad es que aunque nuestro elocuente ministro de trabajo, Celestino Corbacho, no me acaba de hacer tilín del todo, he decir que ha tenido más razón que un santo al afirmar que Europa sufriría un “retroceso” en su agenda social, pues con esta medida Europa se acerca “más al siglo XIX que al siglo XX”. ¿Lo siguiente qué será?, ¿la vuelta de los niños a las fábricas y la prohibición de los sindicatos? Es decir, llevamos toda la vida luchando por una serie de garantías y derechos –como por ejemplo la conciliación de la vida laboral y familiar- para que ahora nos digan que tenemos que trabajar 13 horas cada día de lunes a sábado. ¿Y dónde queda nuestra espacio personal, entonces? Dicen, según se explica en la propia prensa, que esto sólo se haría efectivo si el empleado y el empleador se ponen de acuerdo y que no tiene porque suponer ningún riesgo para el trabajador, pues se establecerían una serie de medidas para que el contratante o el jefe correspondiente no abusaran de ello amenazando al pobre currito con despedirlo si no cumple con las horas de más. Ja, ja y ja. Sencillamente, NO ME LO CREO. Desde luego se nota que estos señores ministros de la UE (que al fin y al cabo son nuestros ministros, los que nosotros hemos votado democráticamente en las elecciones generales de cada uno de nuestros países) no tienen un jefe, con perdón de la palabra, tocapelotas, dispuesto a amargarle el día a uno (¿acaso va a negarle uno ese servicio a un jefe déspota?). Se nota que no tienen que hacer grandes esfuerzos cada día por llegar a fin de mes. Se nota que no tienen nada que temer sin se quedan sin trabajo –total, siempre habrá por ahí un silloncito perdido donde recolocarlos-. Se nota que no son como nosotros, vaya. Sino que el pedestal en el que les han situado los votos de miles de ciudadanos de a pie parece darles el poder suficiente como para hacer y deshacer a su antojo sabiendo que no son ellos los que van a pagar los platos rotos.

Por cierto, ¿y dónde están los sindicatos?

¿Para qué se supone que es esta medida?, ¿para mejorar la economía de la UE?, ¿para facilitar el desarrollo de los países del Este? La Revolución Industrial, obviamente, hizo mejorar el desarrollo económico de los países que la vivieron pero a costa de los derechos humanos de miles de personas, tal y como está ocurriendo hoy en día en China. Visto así (nos ha fastidiado) la idea es extraordianaria: volver a las prácticas del siglo XIX para aumentar la productividad. Sencillamente genial. Está el hecho de que, además, si unos países lo aplican y otros prefieren salvaguardar los derechos de sus trabajadores, daría como resultado una cruenta competencia desleal. Fantástico. Estoy deseando empezar.

Ante este tremendo abuso, a mi parecer, sólo nos queda una salida: Mañana mismo, en toda Europa, HUELGA GENERAL (haciendo compañía a los transportistas, hale).

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